Memorias 2019 - 2020 | Apuntes sobre ampliación de la democracia, protesta y oposición

Texto sobre ampliación de la democracia, oposición y protesta


LIDERAZGOS COLECTIVOS:
UNA RUTA HACIA LA AMPLIACIÓN DE LA DEMOCRACIA

El 20 de noviembre de 2019, el periódico digital La Silla Vacía anunciaba de esta forma lo que sucedería al día siguiente: “Mañana al presidente Iván Duque le estallará un paro que puede cambiar definitivamente su Gobierno y que, como algunos temen y otros desean, podría incluso cambiar la política colombiana. Más porque se da cuando la tormenta es perfecta: un bombardeo en el que mueren niños, un ministro que renuncia antes de que el Congreso lo saque, cientos de líderes asesinados e indígenas masacrados, disidencias creciendo y un Presidente que pregunta ‘¿de qué me hablas viejo?’ justo cuando su popularidad está por el piso”. 

La jornada del 21N, como fue llamada, fue el comienzo de una serie de movilizaciones que se mantuvieron en noviembre y diciembre de 2019 e, incluso, en enero de 2020, y que fueron la manifestación en Colombia de lo que muchos han llamado “el estallido social” vivido por América Latina en la última década. Esta movilización, que para muchos podría ser sinónimo de peligro, para otros es el signo de una ciudadanía que despierta y ejerce un derecho constitucional, el derecho a la protesta, como una forma de decir ya no somos actores de reparto, somos protagonistas de la sociedad que queremos construir. 

Como lo explica Luciano Sanín, director de Viva la Ciudadanía, “este paro es parte de un proceso de ampliación de la participación política de la ciudadanía, que no empezó el 21 de noviembre de 2019. Su manifestación más grande fueron los ocho millones de votos que obtuvieron Gustavo Petro y Ángela María Robledo, y los votos que obtuvieron los sectores alternativos para el Congreso, los que se obtuvieron para la elección de alcaldes y la consulta anticorrupción. Es decir, esa irrupción de la participación autónoma, diferente al establecimiento y a la clase política dominante, está haciendo que este país empiece a cambiar. El paro es otra expresión de ese mismo proceso, inclusive es una ampliación de ese proceso político porque recoge lo social. Y estaba previsto en los análisis, porque todas las sociedades que viven procesos de paz piden transiciones en las cuales emerge lo social con mucha fuerza”.

“Hay una presencia de diferentes actores sociales en el escenario y, lo que me parece más interesante y lo vimos en Colombia, es cómo en algún momento los estudiantes tuvieron la oportunidad de articularse con formas organizativas como el sindicalismo -anota Martha Cecilia García, investigadora del Cinep-. Cómo también se han venido dando uniones y alianzas entre campesinos, indígenas, afrodescendientes, pobladores urbanos, mujeres, en este fragor de las luchas que han venido dándose”. 

Y, como lo dice Domingo Lovera, de la Universidad Diego Portales de Chile, de esto se trata la democracia. “La relevancia de la protesta social reside en que le permite a la ciudadanía no solamente movilizarse y activarse para una suerte de ventaja inmediata, sino que tiene un perfil mucho más interesante, la protesta le sirve a la ciudadanía para dialogar -de manera muchas veces tensa- con el poder público. Es una forma a través de la cual la ciudadanía avanza en sus propias interpretaciones populares de lo constitucional”. 

“Estamos en una coyuntura política de cambio muy interesante -afirma Valeria Mira, del Centro de Análisis Políticos de la Universidad EAFIT-. El plebiscito por la paz, además de mostrarnos que se separó la sociedad colombiana, también mostró que hay unas nuevas intenciones políticas. La consulta anticorrupción del año pasado también mostró que hay muchos colombianos tratando de enfrentar este tema. No será en corto tiempo, sin lugar a dudas, pero la nueva sociedad y los nuevos colombianos que están saliendo en este momento, tienen un panorama mucho más amplio de lo que es Colombia y creo que podremos ver próximamente unos cambios muy importantes”. 


Estatuto de oposición, una conquista histórica
El acuerdo de paz con la guerrilla de las FARC es, sin duda, un punto de inflexión en la frágil y a la vez creciente democracia colombiana. No sólo por permitir la entrada de nuevas fuerzas políticas, sino también, entre otras cosas, porque de él se deriva el Estatuto de la Oposición que, en palabras de Alejandra Barrios, directora de la Misión de Observación Electoral, es “la carta de derechos para aquellos que hacen frente al poder que en determinado momento está instalado, mediante críticas, fiscalización, propuestas de políticas alternativas o ejercicios de control político”. Es decir, una garantía a los derechos de la oposición política, fundamental para la existencia de una democracia real. 

“La importancia de la oposición radica justamente en que permite mantener unos debates sanos y una democracia equilibrada -explica Alejandra Barrios-. Si no logramos tener unos debates sanos, una mirada crítica, que sea puntillosa, que haga las preguntas correctas, que ponga los temas sobre la mesa, siempre estará ahí la sombra de los autoritarismos democráticos”. 

“La palabra oposición en Colombia todavía es mal vista por la opinión pública. Parece mentira, pero es así -afirma el exministro del interior Juan Fernando Cristo-. Ha sido entendida como ponerle trabas al Gobierno e incluso, por la existencia de los grupos al margen de la ley, muchas veces es confundida con oposición armada. Una parte de la ciudadanía no alcanza a entender la importancia que tiene para la democracia de un país, para las libertades, para la alternancia política, que existan unos derechos y unas garantías para la oposición política”. 

Además de la necesidad de hacer pedagogía para dar a conocer el estatuto entre la ciudadanía, Fredy Alexánder Chaverra, de la Plataforma Defendamos la Paz, plantea el reto de aterrizar el estatuto de la oposición a escenarios locales como juntas administradoras locales, concejos municipales y distritales y asambleas departamentales, pues hasta ahora sólo se aplica formalmente en el Congreso de la República. “El estatuto elevó la oposición al nivel de derecho fundamental y eso es una conquista histórica para el sistema político de nuestro país -agrega Chaverra-. No es tanto que sin oposición no haya democracia, yo voy más allá para decir que sin oposición no habrá paz”. 


“Oigan, ya. Articúlense y dejen de pelear por favor”
Puede decirse, pues, en consonancia con algunos analistas, que se han dado pasos importantes hacia la ampliación de la democracia en Colombia. Que la puesta en marcha del Estatuto de Oposición, el crecimiento de la movilización ciudadana con amplia participación de mujeres, jóvenes, campesinos, indígenas, población afro y LGTBI, entre otros sectores. que reclaman abiertamente sus derechos, así como la creación de movimientos alternativos en diferentes regiones del país son una muestra de ello. 

Sin embargo, aún los retos para la democracia son enormes. Unos tan grandes como los que plantea el Senador Iván Cepeda, quien afirma que no es posible establecer un sistema auténticamente democrático mientras no se resuelvan dos grandes problemas: el modelo neoliberal y el conflicto armado. Y otros, no menores, como el que expone la profesora Diana Higuita, del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia: “No se puede hablar de democracia sin la ciudadanía. Evidentemente no tenemos una democracia, pero estamos en la vía democrática, y es importante el rescate de una participación ciudadana menos polarizada”. 

En esta misma línea, al preguntarles por cuál es la ruta a seguir para que no se pierdan los avances alcanzados en la democracia colombiana, los senadores Ángela María Robledo e Iván Cepeda y analistas como John Mario Muñoz, Luciano Sanín y Juliana Hernández, coinciden en la necesidad de fortalecer nuevos liderazgos capaces de unir a los sectores alternativos que ahora están no sólo dispersos, sino también, desarticulados. 

John Mario Muñoz, decano de la facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Antioquia, hace un llamado a reconocer e incluir las nuevas ciudadanías que se están pronunciando, aunque no hagan parte de un movimiento organizado. “Otro aspecto importante del movimiento, como músculo movilizador, son los estudiantes que, en muchos casos, no están organizados. Son ciudadanías horizontales, muy diversas, pero son ciudadanías políticas que no quieren matricularse de manera permanente en organizaciones como los sindicatos, por ejemplo, porque consideran que han perdido su horizonte”. 

Luciano Sanín, quien hace parte del Comité del Paro, define así a la ciudadanía que se ha movilizado en las marchas: “Podríamos decir que hay un sector organizado que sale y hay otra porción muy grande, cerca del 80%, que se siente enojada con el sistema político colombiano, que no tiene un alto grado de militancia, de politización y mucho menos de organización, que no hace parte del Comité del Paro y no va a llegar porque no busca y no quiere representarse allí. Esto no quita que el comité tenga que comunicarse con ellos y no lo ha hecho bien”. 

Ángela María Robledo, citando el libro Asamblea de Hardt y Negri, afirma que es un trabajo en doble vida: “Esos nuevos liderazgos tienen que invertirse para que estén al servicio de la multitud, pero la multitud tiene que buscar configurar el relato del proyecto común, diverso, plural y polifónico”. La congresista asegura, además, que hay una clave para no perder el rumbo: “no hay que angustiarse, ni desperdigarse, porque salir a las calles ha sido tan difícil, que hay que cuidar ese nosotros que venía consolidándose, que marchó de distintas maneras”. 

“Paradójicamente, estamos hoy en las mejores condiciones para producir ese cambio -afirma el senador de la oposición Iván Cepeda-. Tal vez nunca antes, en la historia de nuestro país, habíamos contado con tantas fuerzas que pueden hacerlo si logran unirse. Ahora el problema no es que no haya fuerzas, sino que están mal organizadas. Debemos construir liderazgos colectivos, direcciones colectivas. Basta que logremos superar un hábito absolutamente antidemocrático que es la cultura del caudillismo político. Tenemos las personas, los liderazgos, el conocimiento, los programas políticos. Lo que nos hace falta es trabajar en conjunto. El peligro que tenemos hoy es el de ganar. Es decir, la oposición política tiene el peligro de ganar, pero necesitamos ser generosos y construir con otros”. 

“Estoy de acuerdo con que se necesita generosidad de los liderazgos, pero no la veo, no han sido generosos entre ellos -asegura Juliana Hernández de la Torre, coordinadora de la Red Nacional de Incidencia Política Nosotras ahora-. Coincido con que este es el momento en que podemos llegar al poder, todas las condiciones están dadas porque son muy evidentes las desigualdades que estamos viviendo. Como ciudadanía estamos llamados a reunirnos y proponer ese nuevo proyecto de país, en un ejercicio de exigencia y presión ciudadana para que se sienten la oposición y los liderazgos alternativos. Como sociedad civil tendríamos que obligarlos y exigirles: Oigan, ya. Articúlense y dejen de pelear por favor”. 


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Conversaciones reseñadas en este artículo:
- ¿Qué le dice el Paro Nacional a nuestra región?
- En estados de emergencia, ¿se vale protestar?
- Corrupción y crisis de gobernabilidad en el Valle de Aburrá
- Estatuto de oposición: balance y retos en estado de emergencia
- Democracia en riesgo, ¿desequilibrio de poderes?


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